El Covid-19 ha sido una experiencia generadora de un elevado nivel de estrés, no solo para los profesionales de salud, sino también para los pacientes, a quienes queremos prestar el mejor cuidado posible.
Escuchar noticias de colegas que enferman y requieren cuidados en UCI, aumenta la ansiedad, en lo personal, desde que inició la emergencia sanitaria en el país, junto con mi esposo que también es profesional de la salud, asumimos todas las medidas de bioseguridad para no contagiar a nuestra familia. Es así como tomamos la dolorosa decisión de separarnos temporalmente y durante 6 meses, de nuestras pequeñas hijas de 3 y 12 años, quienes se encuentran al cuidado de los abuelos maternos. Desde entonces, nos hemos acompañado los dos, brindándonos fortaleza para no desfallecer mientras podemos estar con nuestras hijas sin representar riesgo para ellas.
Sin duda estar separada de ellas me ha dolido, pero siento alivio de no haberlas contagiado, cuando yo a pesar de los cuidados, fui positiva para Covid-19.
Los síntomas que presenté fueron muy leves, pero el miedo estuvo presente al saber que se trataba de una enfermedad que podría ser mortal.
Después de terminar la cuarentena continúe con fatiga al hacer el más mínimo esfuerzo, este síntoma duró solo un mes, pero mis colegas me refirieron que era normal después de haber tenido la enfermedad.
Gracias a Dios hoy puedo decir que mi esposo y yo estamos bien de salud, aun viendo a mis hijas por video llamada, pero vivos.
El mensaje que quiero brindar a mis compañeros de la salud es que continuemos con las medidas estrictas de protección y aislamiento porque el virus sigue entre nosotros; cuidemos de nuestra salud, la de nuestros hijos, nuestra familia y nuestros pacientes. Este es un compromiso de todos.